El arte de transformarse: Cómo construir tu carácter

 

                                                                                  
Mariposas recién salidas de la crisálida, simbolizando la transformación y el proceso de construcción del carácter.

Transformación

José Manuel Fernández Outeiral

Vivimos convencidos de que el carácter es algo innato, inamovible, que arrastramos desde el nacimiento y que define quienes somos. Pero esta idea no podría estar más lejos de la verdad. Nuestra mente, como el cuerpo, puede educarse, fortalecerse y transformarse. Esta guía está basada en enseñanzas antiguas de tradición yogui, pero adaptadas a un lenguaje contemporáneo y con ejemplos prácticos que permiten ponerlas en acción desde hoy.

La mente como terreno fértil

Construir el carácter no requiere violencia ni represión, sino imitación de la naturaleza. En lugar de luchar contra un defecto, se cultiva su opuesto. No combatimos el miedo, sino que fortalecemos el valor. Lo positivo desplaza a lo negativo por simple superioridad.

El secreto está en el "ideal": una imagen mental viva de la virtud que deseamos incorporar. Como un rosal que florece con cuidado, el ideal se arraiga si le damos atención. Las palabras tienen poder, pero solo si van acompañadas de una imagen mental activa. Repetir sin sentir es inútil. Visualizarse como ya poseedor del valor, la paz o la confianza deseados es lo que transforma.

Pensamientos e ideales: arquitectos invisibles

La calidad de los pensamientos y las ideas que sostenemos construyen nuestro destino. Si alguien se ve siempre fracasado, atraerá pensamientos y actos acordes. Si alguien cultiva el éxito como ideal, su mente entera conspirará para lograrlo.

Nuestro carácter cambia sin que lo notemos: por nuestras compañías, lecturas, rutinas, pequeñas decisiones. O lo construimos conscientemente o nos dejamos moldear por el entorno. La mente es plástica: puede moldearse a voluntad o por inercia.

Reeducar los gustos, transformar la voluntad

Un ejercicio clásico consiste en invertir voluntariamente nuestros gustos. Por ejemplo, cambiar la atracción por los dulces por preferencia por sabores ácidos. El alumno se imagina disfrutando lo ácido y rechazando lo dulce, y repite afirmaciones mentales hasta que el cambio ocurre.

No es un fin en sí, sino una demostración práctica del poder que tiene la mente sobre los gustos y emociones. Así se aprende que el "yo" puede moldear sus instintos por concentración y deseo firme. Lo mismo se aplica a emociones, reacciones y hábitos cotidianos.

El ego como arquitecto interior

El ego (el Yo real, no el egoísmo) es el director de la mente. La mente cambia, crece y se moldea; el Yo es el principio estable que puede guiarla. Igual que el cuerpo se fortalece con ejercicio, la mente se educa por concentración y voluntad.

Muchas personas creen que su carácter no puede cambiar, pero se empeñan en cambiar el de otros. El cambio es posible para todos, si se desea de verdad.

Las causas de nuestro carácter pueden ser:

  1. Experiencias pasadas (incluso de otras vidas)
  2. Herencia genética
  3. Ambiente
  4. Sugestiones externas
  5. Autosugestión

Sin embargo, sea cual sea su origen, el carácter puede modificarse si se aplica autosugestión consciente y persistente.

El deseo como motor del cambio

Nada cambia sin deseo. La voluntad solo actúa cuando el deseo la enciende. Si el deseo de mejorar no es fuerte, hay que cultivarlo: reflexionar, visualizar, entusiasmarse con la transformación. El deseo puede ser tan poderoso que convierte ideas en actos. Si no se controla, puede llevarnos al vicio. Pero usado sabiamente, puede mover montañas.

Así como se cultiva un mal deseo si se le presta atención, también se puede cultivar uno bueno. Todo empieza por imaginar, repetir, visualizar. Poco a poco nace la voluntad para actuar.

El poder del hábito

Todo carácter es un conjunto de hábitos, y estos pueden construirse. Lo que hoy hacemos sin pensar, alguna vez requirió esfuerzo. Como dijo Darwin, incluso el acto reflejo de retroceder ante una cobra puede superarse si se entrena la mente.

El hábito comienza en la mente consciente y se instala en el subconsciente, desde donde gobierna nuestras acciones. Por eso es crucial practicar con atención, luego descansar: la mente subconsciente seguirá trabajando.

"Siembra un acto y cosecharás un hábito; siembra un hábito y cosecharás un carácter; siembra un carácter y cosecharás tu destino."

Imagen mental: la semilla del nuevo ser

Todo lo que existe empezó como una imagen mental. Antes de construir una casa, imaginamos su forma. Así también se construye el carácter: creando una imagen precisa de lo que queremos ser.

Visualízate valiente, justo, fuerte, equilibrado. Sé detallista en tu imaginación. Repite esa imagen bajo distintas circunstancias. Al principio parecerá un sueño; con el tiempo, se volverá natural. Así nace el nuevo hábito.

Nada de esto es teórico: miles de personas han transformado su carácter siguiendo este método.

El impulso de la fe y la voluntad

Para lograr un cambio profundo necesitas tres fuerzas:

  1. Deseo ardiente
  2. Fe o expectativa confiada
  3. Voluntad firme

No basta con desear: hay que creer que es posible. La fe despeja el camino, la duda lo bloquea. Y la voluntad no es tensión muscular: es la voz interior del Yo que da la orden.

La práctica diaria

Comienza ensayando pequeños cambios: mirar a otros con confianza, decir "no" cuando sea necesario, actuar con firmeza. Primero en la imaginación, luego en la vida real.

Repite afirmaciones como:

  • "Yo soy valor, confianza, firmeza, equilibrio, igualdad"

Visualiza cada palabra con significado. No repitas como un autómata: siente lo que dices.

Ensaya en situaciones reales y verás que la imagen mental cobra vida. Cada acción refuerza el hábito. Cada pequeña victoria fortalece el carácter.

Liberarte de influencias negativas

Si sientes que algo o alguien te debilita, afirma con convicción:

  • "Ninguna persona, circunstancia o cosa puede afectarme adversamente. Afirmo mi poder y dominio."

Repite esto con la espalda erguida, los hombros hacia atrás y la mirada al frente. Sentirás una energía nueva. No hay magia en las palabras, sino en la verdad que expresan.

Somos Hijos de la Luz: tenemos derecho a vivir libres de tinieblas. Cada vez que niegas lo negativo y afirmas tu verdadera esencia, atraes fuerzas superiores que te ayudan.

Conclusión: el arte del dominio propio

La evolución te impulsa a convertirte en una individualidad fuerte, capaz de dominarse y dirigir su vida. El carácter no es un destino fijo: es una obra de arte en construcción. Y tú eres el artista.

Afírmalo cada día:

"Soy el director de mis hábitos mentales. Domino mi carácter. Quiero ser fuerte y usar en mi ayuda las fuerzas de la Naturaleza."

Haz de esta verdad tu camino, y serás libre.

Paz a todos.

 

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