La fuerza secreta del universo
Más allá del sentimiento: el alma en comunión con la fuerza secreta del universo.
José Manuel Fernández Outeiral
El Amor no es solo un sentimiento. Es una ley universal.
Más allá de lo que solemos llamar amor —emocional, afectivo, romántico, paternal— existe una fuerza silenciosa y universal que lo sostiene todo: el Amor como atracción espiritual, como unidad de fondo, como impulso divino que une al ser con el Ser.
Esta concepción, presente en las tradiciones más antiguas de la humanidad, es expresada con claridad y belleza en los Upanishads, los textos místicos de la India que exploran la esencia del alma y su relación con lo Eterno.
El Amor como Atracción Universal
Desde el átomo hasta las galaxias, todo en el universo está regido por fuerzas de atracción. Los electrones giran alrededor del núcleo. Los planetas orbitan alrededor del sol. Las almas, aunque lo hayan olvidado, giran en torno a su Origen.
Los sabios védicos reconocieron en esa atracción la presencia de Brahman, la Realidad Suprema, que se manifiesta en el corazón de cada ser como Atman, el Sí mismo interior. Y comprendieron que la unión de ambos —Brahman y Atman— es la experiencia más elevada de Amor.
“He aquí el universo envuelto en la gloria de Dios:y todo cuanto vive y se mueve en la faz de la tierra.Dejando atrás lo efímero, halla el gozo en lo Eterno;no ambiciones lo que el otro posee.”(Isa Upanishad, 1)
Amor vs. odio: atracción y repulsión
Lo que hoy llamamos odio, separación, destrucción, también tiene su símbolo en la naturaleza: la fuerza de repulsión que disgrega, aísla, rompe los lazos entre las cosas. El odio es desintegración. El Amor, integración.
“Donde está lo Infinito, hay dicha.No existe dicha en lo finito.”(Chandogya Upanishad)
Por eso los antiguos decían: el amor es la dicha del Infinito. Todo lo que atrae al alma hacia lo eterno, hacia la verdad, hacia lo real, es Amor. Todo lo que la aleja y la encierra en lo finito es ilusión, apego o miedo.
Amor y renacimiento: una ley cíclica
El amor, como atracción hacia lo más alto, es también la fuerza que nos impulsa a crecer, a nacer una y otra vez. No como castigo, sino como oportunidad de volver a casa.
“Recuerda cómo se fueron los hombres de antaño,y cómo se irán los que habrán de venir:el mortal madura como el maíz,y como el maíz vuelve a nacer.”(Katha Upanishad, 1.1.6)
Así como el grano cae a la tierra y renace en espiga, también el alma regresa, movida por la atracción del Bien, por la necesidad de completarse, de unirse de nuevo a la Totalidad.
El Amor no se define, se experimenta
El Upanishad no da fórmulas: invita al silencio, al reconocimiento interior, a vivir el Amor como presencia y no como concepto. Por eso el sabio, cuando se le pregunta qué es Dios, guarda silencio. Y cuando se le insiste, dice:
“Neti, neti” — “Eso no, y eso tampoco”.Pero finalmente afirma:“Tat Tvam Asi” — “Tú eres Ello.”(Chandogya Upanishad, 6.8.7)
El Amor, como Dios, no se puede capturar con palabras. Pero se puede sentir cuando el alma se aquieta, cuando cesa la distracción del mundo y el corazón recuerda.
Amor, dicha y unidad
En uno de los pasajes más bellos del Taittiriya Upanishad, se describe la realización final del que busca:
“Y entonces vio que Brahman era Dicha:porque de la Dicha provienen todos los seres,por la Dicha todos viven,y a la Dicha todos retornan.”(Taittiriya Upanishad, 3.6.1)
Aquí la palabra Dicha (Ananda) es sinónimo de Amor. El Amor no es una emoción cambiante: es la alegría esencial de quien está unido a su Fuente.
Conclusión: Amar es gravitar hacia el Centro
Amar no es sentir algo por alguien. Amar, en su sentido más alto, es vivir en armonía con la ley de unidad del universo. Es actuar, pensar, sentir y respirar desde esa atracción sagrada que nos impulsa a elevarnos, a compartir, a crear, a volver.
“Solo las acciones realizadas en Dios no atan el alma del hombre.”(Isa Upanishad, 2)
Ese es el Amor que libera.
Paz a todos.


 
 
 
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